Amanece en Bagdad, y otra vez no pude dormir: Justo cuando me rendía en cansancio y mis ojos se cerraban, una bomba cumple su misión cerca al refugio que mi padre escogió después del nuestro ultimo desplazamiento. Parecía seguro, pero como dice mi madre, lo único seguro en la guerra es la muerte. La sensación de sordera que deja una explosión, y a la que me he acostumbrado poco a poco, no se comparan con el silencio maldito de descubrir las secuelas de esta guerra al esparcirse el humo.
Amanece en Bagdad y un telón de escombro se ha abierto: Mi tía Virginia ha muerto. Mi madre de lejos, y con su mirada de angustia, busca refugio en mí. Mi padre descansa y lava sus manos ensangrentadas. Mi primo Samuel, hijo único de Virginia, aun sigue inmóvil mirando el cadáver sin pronunciar palabra alguna. Samuel, mi compañero de misiones al espacio en naves invisible, y de guerras de papel con armas de palo, no puede creer que sea su madre la que esta tirada en el piso. Hasta hace un rato ellos conversaban sobre como ella había conocido a su padre, y de como había sido asesinado por un tropa Estado Unidense justo cuando ella tenia 3 meses de embarazo.
Amaneció en Bagdad y Samuel sigue sin mostrar sintomas de lucidez. El esta petrificado y empuñando un pedazo de palo, el mismo que utilizo para retirar escombros cuando se descubrió el cuerpo de su madre. El calla, pero su silencio ha sido cortado, por el ruido infernal que hace un Carro Tanque que pasa cerca de nosotros, con el tono desafiante que hacen los que creen tener el poder. Samuel grita tan fuerte, que ha hecho detener al Monstruo US (como le dice mi madre), y este gira 30º hasta quedar frente a frente a mi primo. Bagdad se paraliza.
No se cuantos segundos duro esta escena: Samuel vs. Goliat, y Bagdad de espectador. Samuel, empuña su arma de palo y la lanza hacia la bestia con toda la fuerza puede heredar un huérfano y con todo el odio que da la impotencia... pero su misil no le basto, y apenas logro tocarlo. Sin embargo, ese día Samuel no era el único que ardía en rabia, junto a su grito viajaron cientos de piedras, palos, escombros y hasta algunas balas de verdad. Yo mire a Papa, tome una piedra y la lancé con una lágrima en mi rostro. El monstruo con el diablo a bordo empieza a moverse hacia Samuel y sin pensarlo corrí hacia El, lo tome del brazo y lo hale con el mismo impulso. Todos corrimos; Samuel, mi padre, mi madre, Bagdad y yo. Y aunque ese día escapamos vivos, todos sabemos que en cualquier momento nos llegara un misil, una bomba o una simple bala con nuestro nombre que le ponga fin a este cansancio para poder dormir en paz.
02 noviembre 2006
Amanecer en Bagdad
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